Los Yolis después de las fotos de Olkar Ramírez

Los Yolis después de las fotos de Olkar Ramírez
La foto que más me gusta (Doris Night, Tino Tinto, Divina Gloria, Dennis Pannullo y Ben Gala)

sábado, 10 de julio de 2010

Rosa, que te quiero rosa


Bicentenario para todos, ciudad desbordada de artistas y espectáculos.
Cálidos discursos recordando que supimos crecer desde una pequeña aldea fundada por insaciables buscadores de oro hasta el primermundismo del siglo XXI.

En un programa de tele los invitados comentaban, entre asombrados y orgullosos, el bajo índice de delitos durante el encuentro masivo. El espectador atento podría pensar que no es precisamente la ausencia lo notable. Y algún desconfiado (muy desconfiado) pensaría que el desaforado aumento delictivo de los últimos años debió contar con la anuencia de los gobernantes. Pero no, habría que ser demasiado desconfiado para pensar así.
Para la performance la dirigencia política, tan de codearse con la creme de la creme de la cultura, convocó a cineastas, payasos, actrices, trapecistas, bailarines, diseñadores y escritores para que hicieran del casco histórico de la ciudad una interminable instalación conmemorativa.
Por unos días se olvidaron diferencias, malos entendidos, hambre e ignorancia.
No sabemos si en lugares tan lejanos como Chaco la gente dejó de vivir en la miseria durante ese lapso, ni si en los confines de la patria lograron enchufar alguna de las miles de notebooks que el gobierno regaló para que de una vez por todas se desasnaran, que el saber es tan importante como el agua y además no ocupa lugar.

El caso es que la casa de gobierno conservó sus galas hasta después del festejo, como un vestido caro que uno no se resigna a dejar de usar. Ahora es mucho mas rosada porque algún escenógrafo la iluminó hasta hacerla parecer un caramelito rosa, rosa bien fuerte y bien rosado. Y le iluminó las fuentes de la entrada a franjas albicelestes, que las hace parecer ondeantes banderas llenas del brillo que nos merecemos.
Pero el broche de oro, la apoteosis del nacionalismo visual, la corona al buen gusto y la delicadeza se la lleva la escarapela.
Es que en la arcada que precede a la puerta de la casa de gobierno (la que solo se cierra por la noche, cuando las desavenencias nacionales e internacionales descansan y retoman fuerzas), la arcada, decía, fue engalanada con una monstruosa y enorme escarapela de neón, de ondulados tubos también celestes y blancos con algún detalle, claro, rosado.
Se ve que llegaron las damas al gobierno, y alguna marica también porque la delicadeza es extrema.

Bicentenario, mundial, se terminaron los dos. Los chorritos te cortan los dedos por tres pesos, los trenes no funcionan, la policía mira para otro lado, los jueces reciben dinero por debajo de la mesa y lo que es mucho peor, los niños no reciben comida ni educación, lo que es lógico si comprendemos que son los votantes del futuro.
Pero la casa rosada está re linda, y se espera que vestirla de kermese no haya sido en vano: todavía podemos guardar los adornos para otra ocasión.

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