Los Yolis después de las fotos de Olkar Ramírez

Los Yolis después de las fotos de Olkar Ramírez
La foto que más me gusta (Doris Night, Tino Tinto, Divina Gloria, Dennis Pannullo y Ben Gala)

viernes, 25 de junio de 2010

Porqué Doris Night, porqué...

En LOS PEINADOS YOLI, la elección de nombres de fantasía fue mucho más que eso, cosa que descubriría después muchas concienzudas y trasnochadas miradas al pasado.


Más (mucho mas) que un juego, el uso de seudónimos suprimía los honores individuales y planes personales para generar un sentido de pertenencia al grupo, que por otra parte tenía, quedó bien clarito, sus propios planes, ideales y rumbo.
Ésa, integrar un conjunto, era la propuesta implícita, pero no todos los estómagos estaban preparados para el platillo.
Hubo quienes tomaron el compromiso impensadamente y sin intenciones de cumplirlo.
Pero ésta es justamente  la historia que no voy a escribir.

El Doris Night me lo elegí cuidadosamente (tenía pisándole los talones varios seudónimos que me describían como la cruza de empedrado y asfalto que soy)
Antítesis de la suave y deliciosa Doris Day de los 50, con cuya imagen de femineidad y rubio pelito siempre arreglado en una melena con spray y sonrisa embobada crecí.: las películas de la dulce Doris en jardinero cantado canciones de amor pulsadas en una gutarrita mínima, casi de juguete, junto a las vaquitas en blanco y negro pastando pastitos de mentira, o con su cinturita de avispa ceñida por un vestido inmóvil asistiendo a cocteles light (también en blanco y negro y doblados al castellano) en los que la vida era color de rosa, simple y fácil. El sueño americano, una imagen recortada y pegada en el deseo de una generación entera.

La sorpresa fue que no sólo yo era la antítesis de la divina Day: ella también estaba en las antípodas de sí misma.
Resultó ser que la señora era una alcohólica incurable, madre abandónica y severamente promiscua.
Sus novios de la pantalla grande no le iban a la zaga. El novio más novio, Rock Hudson, ídolo indiscutido de varias generaciones, paradigma del hombre de familia y padre ejemplar, fue un gay silencioso por necesidades hollywoodenses, hasta que no tuvo más remedio que destaparse para confesar que cargaba con la cruz de lo que entonces era la peste rosa, un sida que lo devoró en poco tiempo dejando boquiabiertas (no de pena sino de asombro) a sus admiradoras de décadas.
En los 50, de eso no se hablaba.

El cine, plagado de machotes que en privado se sentían más cómodos de encaje y tacos y que elegían como compañeros de lecho a machotes mas machotes que ellos, no permitía que el chisme de una presunta homosexualidad enturbiara el mundo que quería mostrar: un mundo perfecto y heterosexual, perfecto y sin enfermedades molestas, sin errores ni niños hambrientos, guerras o maldad. La pantalla grande (seguida luego por la chica y toda la industria relacionada a ellas) nos daba, junto con el valium, el gran calmante. Nada podía salir mal si cumplíamos con el pacto de silencio.

El tiro salió por la culata: siempre hay algún bocón, siempre un trasgresor con ganas de cantarle las cuarenta a la cultura institucionalizada.
Muchos años después de la gran Doris Day, a quien la historia le cobró sus propias cuentas, y muy al sur, en un lugar que entonces parecía abandonado de la mano de dios, donde la vida y la muerte eran señaladas por los enjoyados índices de un grupo de milicos locos , apareció Doris Night, porque así fue nuestro destino.
Ella eligió ser sus antípodas, yo, parecerme mas a mí misma.

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