-Lo que usted busca, señora, es el perfume perfecto, y ése no es ni más ni menos que el adecuado para cada ocasión y para cada deseo-
Quien lo dice es un hombre entrado en años, de calva brillante y con un traje tal vez demasiado ajustado, sacado de un guardaropas tan entrado en años y calvo como su propietario. Sin embargo, lejos de desfavorecerlo, el chaleco con los botones a punto de reventar y el pantalón tirante le dan un juvenil aire de estudiantina, al tiempo que, contradictoriamente lo revisten de una seriedad casi mística.
La mujer, vecina cercana del medio siglo, viste con la seriedad y precisión de quien no necesita mirar lo que se pone. También entrada en carnes, lo mira con una enternecedora atención infantil. Los ojos le brillan con la intensidad del secreto y la mentira, pero mantiene las manos cerradas sobre el regazo y los tobillos cruzados.
Él continúa con su discurso.
-Si se trata del perfume del amor simple, debe tener el color de las alas de una mariposa y oler como la mañana, lleno de esperanza y luminosidad (ni piense que las mañanas lluviosas son oscuras, le conviene observarlas mejor).
En el caso de la pasión, no crea usted que la época del celo se termina jamás. Los humanos tenemos artimañas de todo tipo, y una de ellas consiste en engañar el paso del tiempo y encontrar el acompañante justo para cada momento.
Como le decía, la pasión es fuerte, pero lleva la debilidad al límite: he ahí su belleza. Sus olores son intensos y embriagadores, siempre tienen algo de ajos recién pelados y frutas del trópico. La pasión, bien llevada, es duradera y persistente y sólo los espíritus débiles están condenados a pasiones efímeras. La fogosidad, como una hoguera, alimentada con tesón puede ser interminable.
Y así huele, como algo que uno quiere abonar hasta el agotamiento.
No crea de ningún modo que el color es el rojo: sólo los tonos entre los púrpuras y los azules de las noches de verano se le asemejan. No tiene sonidos, únicamente un silencio que de tan descriptivo a veces da miedo.
La pasión, querida mía, está muy lejos de las rosas y las orquídeas y verdaderamente cerca de las flores carnívoras, es una emoción devoradora a la que debemos entregarnos minuciosamente y sin dudas. Fíjese cuánto se asemeja a la fe.
Ahora bien, señora, si su búsqueda tiene que ver con la lujuria, verá que se expone a perder todo lo que usted conoce de sí misma.
Entrará en una selva oscura y el mundo en que habitaba desaparecerá como por encanto, tal vez para no volver a encontrarlo. Tiene el olor de los animales extinguidos, el color del bosque por la noche, la textura babosa y reptante de cópulas eternas y orgasmos postergados, el ruido bestial del deseo no saciado.
Pero no se alarme tanto, tome, séquese el sudor de su frente y no apriete tanto las piernas, se hará daño de abrir así los ojos.
Veo que tal vez busca algo más sencillo, parecido a la tranquilidad del amor fraternal, sereno como el beso de un hijo, como el abrazo de un amigo.
Ese perfume es parecido a los jazmines florecidos en verano, acomodados en una gran canasta llevada por un brazo fuerte. El color ambarino reflejará en millones de suaves rayos la luz del sol del amanecer sin deslumbrarla jamás. Tiene la música de cuerdas bien pulsadas y, aunque a veces la traición se cuela en los frascos, en general la llenará de alegría y tranquilidad.
Ya ha visto, tengo una gran variedad de aromas para ofrecerle, puede elegir el que quiera y probarlo.-
domingo, 5 de septiembre de 2010
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