Los Yolis después de las fotos de Olkar Ramírez

Los Yolis después de las fotos de Olkar Ramírez
La foto que más me gusta (Doris Night, Tino Tinto, Divina Gloria, Dennis Pannullo y Ben Gala)

martes, 10 de agosto de 2010

Ésto no es Rithm & Blues


Lo conocí en ocasión de alquilar un departamento de un ambiente dividido del que era inquilino. La cita fue en el mismo departamento.
Charlamos un rato y mientras hablábamos observé columnas interminables de revistas de los ´50, y aunque más tarde me enteraría de que las revistas habían venido con la casa, el hombre, que siempre supo aprovechar las oportunidades, se dio aires de coleccionista.
Tomé un viejo ejemplar de Selecciones del Reader´s Digest (publicación que había acompañado con sus historias y copetes gran parte de mi infancia) y cuando lo abrí una firma en la primera página me llamó la atención: era la de mi madre. La vuelta al mundo había dado el dichoso librito, leído por mamá y comprado de segunda mano en alguna feria de usados décadas mas tarde por ÉL. Tomé el hallazgo (entre cientos de revistas desparramadas por todo el lugar me fui derechito a ésa, justo a ésa) como una señal pero no hice comentarios.
Sobre el departamento no hay mucho para decir, salvo que pasó ilegalmente a mis manos mediante un subarrendamiento y que tenía el inodoro tapado.

Estaba cantado: nos hicimos novios.
Aún con la intimidad que nos dieron los años (no fue un noviazgo breve) ÉL siempre conservó su postura de esfinge insondable, avalada y –quién sabe- tal vez originada por su tamaño un poco mamotrético: una persona tan visible tenía que hacer algo para pasar desapercibida.
Tenía algo de gurú en eso de mirar un poquito más arriba de los ojos pero debajo de las cejas, un airecito de meditador, de secretos inconfesables y conocimientos únicos, un algo que lo ponía al margen de la humanidad.
Pero era un hombre, y la dicotomía entre su postura y la realidad fue cortando sus lazos con el mundo bajo el peso de los años.
Me contó que era hijo adoptivo, y que sus padres adoptivos habían muerto cuando tenía dieciséis años. Un hombre sin pasado tallando una imagen en el presente, todo muy adecuado para la filosofía de los ochenta.
Yo le creí a medias –no sé porque algo me sonaba raro-, pero en todo caso y por si acaso no lo dije. Perderlo por una duda hubiera sido imperdonable.
ÉL trabajaba en una disquería y tenía grabada en casetes TDK la más imposible colección de música, sonidos inconfundibles y sin autor, ya que para mantener el misterio ËL no escribía nada en las cajitas. Y también tenía un reproductor, así que lo que le faltaba de sexi le sobraba por otro lado y para mí era suficiente. Creo que, además, lo quería.
Claro, acabó dedicándose a la música y grabó un disco poco exitoso pero casi de culto.

Alguien lo tomó bajo su ala y se transformó en su mecenas, con lo que paulatinamente pudo dejar de trabajar y de veras que después de muchas revisiones hizo ese disco precioso.
Fue este medio manager medio padre quien dijo un día refiriéndose a ÉL –La esquizofrenia es una enfermedad muy difícil-.

Del final, sólo recuerdo que empecé a alejarme y una noche se suscitó la escena de las tijeras.
Yo me iba y ÉL quería que me quedara, así que agarró unas tijeras y me dijo que si gritaba o hacía un movimiento me las clavaba ahí mismo. La toma de rehenes duró un par de horas, hasta que me hice de las tijeras con el pretexto de hacerle un lindo corte de pelo y pude salir del maldito apartamento temblando de miedo pero sana y salva. Salí del departamento y también de su vida para siempre: solamente crucé la puerta que cerré con suavidad y bajé las escaleras corriendo.

El tiempo, que todo lo cura y ennoblece, transcurrió como pudo hasta nuestros días.
La vida –insondable- me trajo hasta aquí y andaba hace unos días dando vueltas por la oficina cuando ví que un hombre me miraba fijamente. Lo hacía de un modo muy particular, un poco más arriba de los ojos y debajo de las cejas.
Un piso más arriba caí en la cuenta de que era Él.
Bajé al rato, todavía preguntándome cómo no me había saludado cuando lo ví otra vez y lo llamé con un grito por su nombre.
Pero Él pegó la media vuelta (…y se fue con el sol, cuando muere la tarde…) ignorándome y creo que esto es todo para siempre.

Como les decía, ver el sentido de la trama no es para humanos. Y vivirla para algunos, es mucho.

5 comentarios:

  1. Soñé anoche.. ¿Con quién soñé anoche...?

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  2. Seguro que viajábamos en un cubículo que sube y baja y baja y baja y alguien (puede ser ella, quizás), me hablaba de un actor de películas mudas de terror...

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  3. Ahora estoy más desorientada que antes, si me dieras tan solo otra pista...

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